viernes, 6 de noviembre de 2009

LA TRAGEDIA KE VIVIMOS


Recientemente se ha oído hablar mucho del calentamiento global, que se cree debido a nuestras propias acciones; no puede haber duda de que la emisión de dióxido de carbono, metano y otros gases que se conocen como gases de invernadero debe influir en las temperaturas al nivel del suelo, y estos gases invernadero están ahora presentes en nuestra atmósfera con concentraciones mayores que nunca. Medioambientalistas preocupados de todo el mundo han hecho sonar la alarma en años recientes. Hay intentos de reducir las emisiones cambiando a otras fuentes de energía, pero el mayor productor de gases invernadero, Estados Unidos, se ha negado hasta ahora a un acuerdo para limitar sus emisiones.

Pero es justo decir que hay escépticos. Nadie duda de que el mundo se está calentando , pero ¿somos nosotros realmente los culpables? Por ejemplo, entre 1.645 y 1.715 el Sol estuvo “tranquillo”; había pocas manchas solares, si es que había alguna, y no había auroras. Edmund Halley anotó en 1.715 que había visto su primera mancha solar grande. No había corona durante los eclipses totales de Sol, y parece que el ciclo solar normal estaba suspendido por razones que siguen sin estar claras. Éste fue el famoso Mínimo Maunder, así llamado porque fue descubierto a finales del siglo XIX por F. H. Maunder, quien hizo un registro de las manchas solares que cubría un periodo de 300 años.

Curiosamente parece haber coincidido con un cambio de clima, al menos en Europa donde se mantenían registros fiables. El periodo se conoció como la “pequeña era glaciar“; el río Támesis, por ejemplo, se congeló todos los inviernos de la década de 1.680 y sobre él se celebraban fiestas de hielo. Cuando terminó el Mínimo Maunder el mundo se calentó - y entonces no había emisiones importantes de gases invernadero -.

Además, hay registros anteriores de variaciones en el Sol que tuvieron efectos similares en la Tierra. Hablando en términos cosmológicos, en la evolución a largo plazo del Sol y la Tierra estas fluctuaciones son muy insignificantes; sólo son cruciales para los humanos, para quienes un pequeño aumento de las temperaturas puede ser catastrófico.

Parece claro, por lo tanto, que cambios en la actividad del Sol pueden tener un efecto notable en el clima de la Tierra. Sin embargo, no se ha observado ningún cambio equivalente en la actividad del Sol durante el final del siglo XX y principios del siglo XXI que explique el reciente aumento en la temperatura.

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